Pintando con cinco pinceles
Manley P. Hall
Manley P. Hall
PINTANDO CON CINCO PINCELES
(del libro "La clara virtud del zen")
Una vez, hace tiempo, había un carpintero chino cuyo trabajo era tan extraordinario, que el Príncipe de Lu le llamó y díjole: "Esas cosas que tú haces son tan perfectas, que no me parece posible que un ser humano pueda hacerlas. ¿Es o no cierto que en tu trabajo tienes una ayuda superhumana?" Entonces Ching, que así se llamaba el carpintero, que era un hombre muy humilde, contestó al Príncipe de Lu algo parecido a esto: "Primero de todo, cuando yo estoy por hacer algún gabinete o caja de gran calidad, separo mi persona del mundo por dos días. Al término de ese tiempo, ya no conozco más títulos, dignidades o estados, tanto, que no importa ni para quién yo estoy haciendo esta caja, yo sólo la estoy fabricando para una persona. Ya no posee ningún encanto o hechizo, como tampoco ningún sentido el tener que hacer una caja mejor, sólo porque un noble caballero lo haya ordenado. Entonces por dos días más, yo me relajo y medito, y llego a la conclusión que no importará que la caja sea buena o mala; no siento temor que mi trabajo sea insuficiente, ni abrigo esperanzas que el mismo sea sobresaliente. Pierdo todo interés en ser alabado o censurado por lo que hubiera fabricado. Entonces, en dos días más, ya no me siento consciente de mi mismo. Ya no me importa si existo o no. Gradualmente, esa parte de mi mente, que es natural y usualmente devota al interés personal, es relajada lejos del mismo, tanto que no creo saber que tenga un cuerpo, que tenga manos o pies. Todo se torna muy tranquilo".
"Todo este tiempo he estado visualizando lo que voy a consumir, hasta que finalmente ello no es otra cosa que visualización y objeto. Habiendo alcanzado este grado de armonía interna con valor, entonces me interno en el bosque, o dondequiera se encuentren los materiales para el objeto a ser creado, y vago hasta que encuentre los elementos con que voy a componer mi trabajo —caja, gabinete o pantalla— en alguna parte; encontrado “ese algo” en algo que ya existe. Miro un árbol y digo: “Esa es mi caja”; yo miro al “bambú” y digo: “Esa es mi pantalla”; y sé que estoy cambiando de lugar la caja, que ya está en el árbol, fuera del mismo, donde ella pueda ser vista. Entonces, me siento muy quietamente, con todos mis materiales y concedo al Cielo les una en la caja. Cuando el Cielo junta los materiales en la caja, sus uniones son perfectas; no así cuando los hombres lo hacen; las uniones no guardan perfección, justamente porque un hombre puede decir: Esta costura es mejor que esa costura; o Yo debo hacer una buena costura; o ¿Quedará el comprador satisfecho con la caja? En estos términos todas las cosas quedan en la nada. Pero como sólo estoy interesado en el hecho positivo que el Cielo fabrique una caja; y la caja que el Cielo fabrique le complacerá a Él mismo; y si soy afortunado en todos quehaceres, la caja que tenga hecha inducirá al Príncipe de Lu a decirme, "¿Has recibido tú ayuda superhumana?".