YO, JUAN MEDINA, ASCENSORISTA
María Elena Walsh
María Elena Walsh
Yo, Juan Medina, ascensorista,
soy nada más que lo que soy.
No busquen ruido de leyenda
adentro de mi corazón.
No conocí jamás mentira,
ni lateral delirio, no.
Sólo trajines verticales
y vertical resignación.
Desorientado en el espacio
y sin saber si nunca es hoy,
con humildad, privadamente,
les contaré lo que pasó.
Icé mi recto calabozo
una tarde, con distracción,
adentro de mi corazón,
cuando en el último rellano
me quedé solo con mi voz.
Rocé con signo descendente
la jerarquía del botón,
y lamento decir, señores,
que no hizo caso el ascensor.
Siguió de largo para arriba
con un insólito temblor,
y empujando terrazas dóciles
sus cables desorganizó.
Miré vecindarios de humo,
bodas de nubes con sol,
aire desnudo por completo,
luna en pedazos, un montón
de vértigos multicolores,
plumas, estrellas, qué sé yo,
Lo cierto es que por altos ámbitos
yo navegaba en ascensor,
debo decir que con dulzura
y enamorada sensación.
Les aseguro que no tengo
culpa de esta equivocación.
En mis años de ascensorista
no cometí jamás error.
Yo sólo quise, como siempre,
regresar a mi condición,
de musgo humano en planta baja,
de sótano sin pretensión.
Pero el viaje no acaba nunca
y todo trémulo aquí estoy.
Señores ángeles perdonen
mi involuntaria intromisión.
María Elena Walsh