La música en sí misma es un fenómeno extremadamente complejo, tanto componerla como interpretarla como escucharla. Y aprender a tocar un instrumento también es algo sumamente complejo. Digo complejo en el sentido de que involucra muchísimos aspectos que pueden parecer contradictorios. Por eso es muy difícil escribir algo al respecto. Porque lo que funciona bien para un momento del proceso de aprendizaje puede ser totalmente contraproducente en otro momento. Voy a intentar explicar un poco a qué me refiero.
En ciertos momentos del proceso de aprendizaje lo más conveniente es tocar un fragmento muy corto, hacerlo muy muy lentamente, prestando atención a los mínimos detalles del movimiento físico que uno realiza. En cambio, en otros momentos conviene permitir que el cuerpo haga la acción de manera automática, y dejar que la atención de uno se centre en el sentido de la música, o distraerse mirando por una ventana.
Y cada una de esas dos alternativas es en sí mima algo complejo. Porque, por ejemplo, uno puede poner su atención en el movimiento que tiene que realizar, o poner la atención en el movimiento que uno efectivamente está haciendo, tratar de entender por qué se produce un error, o se siente una dificultad, y pensar en alguna estrategia para que eso no ocurra.
Pero en otro momento, una vez que uno ha identificado cuál era el problema, ha encontrado una mejor manera de hacerlo y está tratando de automatizarla, tal vez conviene dejar de prestar atención al movimiento físico y en cambio prestarle atención a la sensación que uno tiene al hacerlo, o concentrarse en el sentido de la frase musical que está queriendo tocar y dejar que el cuerpo funcione en modo automático.
Por eso voy a ir tomando temas puntuales referidos a distintos momentos del proceso de estudiar un instrumento, describiendo y analizando cada uno en un artículo separado, y es muy probable que lo que digo en un artículo se contradiga con lo que digo en otro. Podríamos decir que cada artículo va a ser como una foto tomada desde un cierto ángulo en particular. Pero para construir un conocimiento medianamente integral del proceso de estudio y aprendizaje, quien está leyendo esto va a tener que tomarse el trabajo de integrar esas distintas fotos para entender mejor la realidad compleja que esas fotos representan.
Esto me recuerda el viejo cuento sobre los ciegos y el elefante.
Había un pequeño pueblo en la India donde, todos sus habitantes eran ciegos.
Un día, seis de los residentes del pueblo salieron a dar un paseo y en el camino se encontraron con un hombre montado en un elefante. Los seis hombres habían oído muchas historias sobre los elefantes pero nunca tuvieron la oportunidad de estar cerca de ellos. Su fuerte curiosidad los llevó a preguntar al dueño del elefante si podían tocar al animal para poder regresar al pueblo y explicar a todos los habitantes cuál es la apariencia real de un elefante.
Cuando el dueño aceptó, cada uno de los hombres se acercó a palpar una parte del animal para luego contar la historia a los miembros de su comunidad. Una hora después, los seis hombres llegaron al pueblo y convocaron a todos los habitantes para que se acercaran a escuchar la increíble historia del elefante.
“¿Y…? ¿Cómo es un elefante?”, preguntó con curiosidad uno de los habitantes.
El primer hombre, que tocó el pecho del elefante respondió: “El elefante es como un enorme y fuerte muro…”
“Tonterías”, gritó el segundo hombre, que tocó el colmillo del elefante, “El elefante es pequeño y robusto, suave al tacto y con una extremo afilado, más parecido a una lanza que a un muro.”
El tercer hombre, que tocó la oreja del animal, respondió: “Ninguno de los dos está en lo cierto. El elefante es como una enorme hoja hecha de lana que se dobla con el viento.”
“¡Eso no es cierto!”, exclamó el cuatro hombre, que puso su mano sobre la trompa del animal, “Yo les aseguro que el elefante es como una serpiente gigante…”
“No, no, no”, respondió el quinto hombre, que tocó una de las piernas del animal, “¿No les quedó claro que el elefante es como una especie de poste corto y grueso?”
“Todos ustedes están equivocados”, contestó el sexto hombre, que montó el elefante por algunos minutos, “¡El animal es como una montaña movediza!”
Los habitantes del pueblo quedaron bastante confundidos con la historia y, hasta el día de hoy, ninguno sabe cómo es la apariencia real de un elefante.