Tu capacidad de aprender es directamente proporcional al tiempo que seas capaz de permanecer en contacto con algo que te resulta imposible de hacer o de entender, sin que la angustia te haga salir huyendo.
Tu velocidad de aprendizaje es directamente proporcional a la cantidad de errores por hora que seas capaz de cometer sin angustiarte.
En una situación de enseñanza-aprendizaje, lo importante no es lo que el maestro enseña, sino lo que el alumno aprende.
Lo ideal es enseñar lo menos posible y que el alumno aprenda lo más posible.